
“Tú que hiciste el viaje del perro colorado, tú, tú mismo, que viste la agonía del sol resurrecto, tú que señalaste el camino, tú que caíste acribillado en la laguna, tú que lloraste la orfandad y la derrota, tú que diste a luz un nuevo hijo con dos ombligos, tú que pintaste el ángel solferino y esculpiste el dios espinoso, tú que sembraste la caña, tú que olvidaste tus signos, tú que rezaste entre cirios, tú que te quedaste sin lengua, tú que acarreaste el fardo, tú que labraste en el hambre, tú que levantaste un palo y una piedra, tú el decapitado sin nombre, tú el de la picota, tú y tú, el que no tuvo parque, tú el que nació sin recuerdos, tú que te alojaste en las bayonetas, tú que volviste a caer labrado de plomo, tú que caminaste descalzo con un fusil oxidado, tú que cantaste aquellos nombres, tú que te vestiste de papel de china y cartón de colores, tú que enciendes los petardos, tú que vendes los billetes y las aguas frescas, tú que voceas los periódicos y duermes en el suelo, tú que te pones hojas de tila en las sienes, tú que te amarras a la frente el fardo, tú que gritas los pescados y las legumbres, tú que arrastras los pies en el cabaret y corres por las calles con la boca abierta a ver si te cae una palabra, tú que corres lejos a cruzar el río granizado de plomo y a arrancar las naranjas vecinas, tú, tú, tameme, que no supiste ni cuando, que sientes a los hijos salir chupados y negros, que buscas qué comer, que duermes en los portales, que viajas de mosca en los camiones, que no sabes hablar del dolor, tú que nada más te aguantas, tú que esperas en cuclillas, tú que ya sientes las ganas, tú que te quedaste solo en una barriada donde hay que defenderse, tú que no tienes zapatos, que te llenas de fritangas y aguardiente, tú que te fuiste y llegaste y te volviste a ir sin que nadie pronunciara la palabra de bienvenida o de adiós, tú que te pusiste a contar lo que faltaba, tú que te sentaste a tejer las sillas de paja, tú que tocas la guitarra por unos centavos, tú que eres ciego y suenas un silbato al cruzar las calles, tú que los domingos te pintarrajeas y te compras un reboso morado, tú que traes un manojo de hierba a vender a la plaza, tú que esperas la llegada del hombre sobre un catre de hierro, tú que sales a escarbar los basureros y a recoger las colillas, tú que no más, no das una, tú que te la pelan, tú que se las mientas, tú que juegas rayuela, tú que te moriste de viruela loca, tú que fuiste a quemar judas, tú que te quedaste a rezarle a la virgen, tú que te dejaste apachurrar por un tranvía, tú que te viste de cates en la esquina, tú que ya no amaneciste, tú que estiraste la pata, tú que fuiste a empeñar tu mesa, tú que colocas los ladrillos y truenas cohetes el día de la santa cruz, tú que te vas de rodillas a la basílica”.