jueves, 12 de diciembre de 2013

PASAJERO - 2

LEÓN DARÍO GIL RAMIREZ


Dispuesto a no sucumbir, en ese combate personal y silencioso que mantiene con sus mitologías y palabras, LEÓN DARÍO GIL RAMÍREZ, poeta y babeliante amigo, comparte con nosotros algunos textos inéditos.


LOS USURPADORES

Para sorpresa general, cuando el mago fue a salir de la fiesta de primera comunión, no encontró el sombrero de sus magias. ¡Pero si yo los dejé encima del escaparate! Reclamó, y era evidente que ya le iba a estallar la desesperación; se le veía en las rebrotadas venas del cuello. Yo no creo que hayan sido los niños; defendió el padrino, después de revisar por todas partes. Pero vamos, quién quita, completó la madrina.

En la última, en la pieza de rebrujos, los oyeron brincar entre alborozados aspavientos.

El propio mago, quien abrió de sopetón la puerta, se tuvo que tirar para un lado, guarecerse contra la pared y favorecerse la cara con las manos para dejar salir el intrincado vuelo de las miles y miles de palomas y el corretear exasperado de los miles y miles de conejos. Tantas y tantos que todos, en medio del fragor de vuelos alocados y batir de alas, del trajinar extraviado de uñas contra el piso y el roce raudo de felpas vivas, se tuvieron que olvidar de su integridad para descorrer cortinas, desasegurar aldabas y cerrojos y abrir de par en par puertas y ventanas para que salieran. A la tarea, enredados en kilómetros y kilómetros de cintas y pañoletas multicolores, se unieron los niños.


EL TABURETE

Es el más humano de los seres
Que arriesga en mi cuarto
Su vida con la mía

De mi alma está hecha la suya
De mi voluntad su voluntad vacía

Su naturaleza es estar, manso
Donde lo pongo se queda, dócil
Lo encuentro donde lo dejo, esperándome

Caviloso
Desde su inmóvil silencio
Sospecha, inquiere, instiga
Mi ánimo, mis dudas, mis anhelos de habitarlo

Como el más fiel de los amigos
Llana y simplemente se me ofrece
Sin reproches aguarda a que a cualquier hora llegue

A costa de abusar de su oficio
Ya, creo, se aprendió de memoria
Las orillas de mi cuerpo, su peso
Las talladuras de mis huesos
Los humores que delatan lo que encierro
Las ansiedades que cruzan mi conciencia

Son de nadie y son borregos
Los que por miles se cuentan en las fiestas
Receptáculos, no más, de culos pasajeros

Aunque apuntalen puertas
Los taburetes no pueden ser sino taburetes
Aunque presten su altura de niño
Para cambiar la bombilla, el bendito fusible
Limpiar el retrato
O clavar, alta, para otro santo en la pared una puntilla
Aunque sirvan de percha
Para colgar los trapos que tapan la vigilia

Del paraíso no fueron ni serán del cielo
De la tierra son
De donde son la sed, el hambre, la tristeza
El cansancio y la escritura


VERDAD MATEMÁTICA

Subiéndolas o bajándolas, como fuera, tarde o borracho, en sano juicio, solo o acompañado, temprano, triste o feliz, siempre, consciente o inconscientemente, a cualquier hora las contaba; ni más ni menos: las mismas nueve escalas. Pero no renuncio a seguirlas contando; guardaba la segura y lejana esperanza que la realidad, alguna vez, se iba a equivocar.


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