viernes, 15 de junio de 2012

PASAJERO 1

NATALIA ARBELÁEZ OSPINA




Nadie escapa a las ganas de hacerse un lugar en la vida para desde ahí pintar, gritar, cantar, escribir o decir lo que uno quiera. El destino de Natalia Arbeláez Ospina es la propia vida: ahí nos la encontramos y desde ahí nos declaró estos sentimientos.

RE(B)ELACIÓN

Me rebelo, como mujer, contra mi naturaleza, en el sentido de la prolongación de mi degeneración genética. Me rebelo contra todos los filósofos machistas empedernidos de la época de esplendor de Grecia. Y contra todas sus estúpidas tesis que son el testimonio de una época de oscurantismo en la cual la mujer estaba completamente sometida y supeditada frente a su voluntad. No sé si todas las mujeres contemporáneas lo apliquen, pero soy consciente de que soy algo más que un objeto decorativo de una casa. Por otra parte, no sé si el alma exista, pero si en ese entonces le dieron una al hombre, ¿por qué se la negaron a la mujer?
También me niego a ser un simple objeto sexual, de consumo, un medio de reproducción de esta especie tan podrida que de humana solo tiene el nombre. Porque soy consciente de que este mundo de muerte no está como para dar vida. Porque no quiero vomitar un ser para que muera en la guerra. Porque no quiero que nazca para que sea señalado y exiliado por esta hipócrita sociedad. Porque no quiero que reciba la misma educación fascista y tradicionalista de la cual fui víctima. Porque no quiero que vea que en este país de mierda existen otros niños que fueron expulsados de la acogedora y confortable oscuridad uterina. Ese sitio tan cálido, ese sitio en el que se vive desnudo, como aparentemente se debería ser, en el que se tiene hasta la comida. Para luego tener que aguantar hambre tirados en cualquier anden de cualquier contaminada urbe, aguantando frío y soportando el peso de su miserable existencia, el cual se hace más soportable con el mundo de material alucinógeno que ofrecen las calles. No quiero que vea que existen otras mujeres que por falta de educación sexual se dedicaron a reproducirse como cucarachas para después dejar abandonados a su suerte, en bolsas negras de plástico, a sus pequeñas criaturas, con las que cometieron el error de imponerles la existencia mientras ellas no sabían ni qué hacer con las suyas.
También sería muy maquiavélico de mi parte escupir un ser, en este país explotado, olvidado, donde no existe la igualdad. Un país mal llamado tercermundista, el cual (irónicamente) para quienes están demasiado alejados de esta tierra, representa dizque el mejor modelo democrático en Latinoamérica.
Y yo me sigo preguntando: ¿a qué le llaman ellos democracia? Cuando esta palabra nunca ha sido aplicada según su verdadera etimología: “demos” y “cratos”: gobierno del pueblo. Cuando han existido, en este pedacito de mundo, donde hemos vivido y seguimos viviendo, un sinnúmero de dictaduras.
Me pregunto: ¿los señores países que proclaman tanto su desarrollo y se jactan de él, que entenderán como democracia?