viernes, 15 de junio de 2012

MUJERES DE LEYENDA

PERSÉFONE




Cuenta la mitología que la doncella PERSÉFONE, hija de Zeus y de Deméter, iba de paseo con su madre y unas ninfas por un florido campo del reino. En algún un momento, mientras la ninfa Liana se distrajo, subió Hades del inframundo y, seducido por la belleza de Perséfone, la raptó. Así comenzó el mito de la doncella inocente y al que sobreviene el dolor de la diosa madre y su consecuente castigo a la tierra. Se sabe que Deméter, diosa de la agricultura (arado, cosecha, alimento, bienestar, flores y frutas), anduvo nueve días y noches errando en busca de su hija. Su desolación fue tal que abandonó la comunidad de los dioses y adoptó la figura de una mujer pobremente vestida. Desde ese momento, aterrorizada con la desaparición de su hija, enfureció y desordenó el clima hasta producir una carestía jamás imaginada en todo tipo de alimentos. Escasearon los granos y frutos; los productos de la tierra fueron codiciados y hubo hambruna, mucha hambruna para los mortales. Helios, el dios Sol, que todo lo devela, terminó por contarle a Deméter lo que había pasado con su hija. La Diosa madre, con el castigo que mandó a los mortales, persuadió a Zeus para que Hermes, dios mensajero, bajara por la doncella hasta el infierno y pactara con Hades. Hades cedió al pacto propuesto por Zeus, pero impuso su condena: antes de devolverla le ofreció seis semillas de granada con las que hechizó su voluntad y la obligó a regresar para siempre, por un periodo de seis meses anuales, correspondientes a cada una de las semillas. Según otras versiones, tres meses al año, Perséfone muere y se dedica a su amado Hades, y desciende a las profundidades oscuras para estar con él. En tanto Deméter, para guardar luto por su hija, no permite que crezca sobre la tierra ninguna vegetación, pintándola de un frío e invernal blanco.
Asociada con frecuencia al paradigma de los mitos que explican procesos naturales, descensos y ascensos que provocan cambios de estación, PERSÉFONE es mito central de los extraños ritos iniciáticos de la regeneración, los misterios eleusinos de la inmortalidad, esa inmortalidad del mundo subterráneo de PERSÉFONE en el banquete magistral con sus héroes.

PERSÉFONE, de Homero Aridjis

Un río carnal abre los muslos
Perséfone se abre como una escalera estrecha y empinada
Perséfone ríe al borde sus fibras nerviosas
Navegan barcos por mar desconocido
Navega un dios en sí mismo enlazado
El cuello de los cisnes en un solo cuello
Perséfone me mira como yesca que asecha al fuego
Pone los codos sobre las rodillas
Mete la cabeza entre las manos
Se sienta en sus cojines suaves
Se sienta sobre un lecho que por las arrugas de las mantas parece un trono rudo
Mis manos friccionan con ardor sus miembros
En sus miembros se confunde lo blanco de su piel, lo rojo de su ardor
A sus miembros me fricciono
Llegan su silencio, su emoción, sus gestos
Un mismo calor anima su corazón, sus pies, sus dedos
El fuego le abre el cuerpo
Igual que un incendio descubre en una casa muchas ventanas, muchos ojos
Igual que si se hubiera vuelto su interioridad hacia afuera
Y un color propio la recorriera matizando sus rasgos
Me adentra
No pienso
Mis sentidos despiertan
Oigo mi cuerpo, oigo su cuerpo enredarse en el mío
Crecen los dos, enmudecen, maduran, se avejentan, mueren.



ESCUCHE A ABELARDO Y A JUANITA: