miércoles, 13 de marzo de 2013

MUJERES DE LEYENDA

AFRODITA



Por: JUANA MARÍA ECHEVERRI

AFRODITA, en la mitología griega, diosa del amor y la belleza, corresponde a la VENUS romana. En la Ilíada de Homero aparece como la hija de Zeus y Dione, pero en leyendas posteriores se la describe brotando de la espuma del mar, y su nombre puede traducirse como “nacida de la espuma”. En la leyenda homérica, AFRODITA es la mujer de Hefestos, el feo y cojo dios del fuego. Entre sus amantes figura Ares, dios de la guerra, que en la mitología posterior aparece como su marido. Ella era la rival de Perséfone, reina del mundo subterráneo, con quien disputaba el amor del hermoso joven griego Adonis.
Tal vez la leyenda más famosa sobre AFRODITA está relacionada con la Guerra de Troya. Eris, la diosa de la discordia, resentida por no haber sido invitada a la boda del rey Peleo y de la nereida Tetis, arrojó a la mesa del banquete una manzana de oro destinada a la más hermosa. Hera, Atenea y AFRODITA, eran las diosas que aspiraban a la manzana. Cuando Zeus se negó a elegir la que debía obtener la manzana, ellas le pidieron a Paris, príncipe de Troya, que diese su fallo. Las tres diosas, además, intentaron sobornarlo. Hera, le ofreció convertirse en poderoso gobernante. Atenea, le prometió que alcanzaría una gran fama militar. Y AFRODITA, por su parte, le dijo que obtendría como recompensa la mujer más hermosa del mundo. Paris, entonces, se inclinó por AFRODITA como la más bella y eligió a su vez, como premio, a Helena de Troya, la mujer del rey griego Menelao. El posterior rapto de Helena por parte de Paris, condujo a la Guerra de Troya.

ODA A AFRODITA, por SAFO DE LESBOS

¡Tú que te sientas en trono resplandeciente,
inmortal Afrodita! ¡Hija de Zeus, sabia en las artes de amor,
te suplico, augusta diosa, no consientas que,
en el dolor, perezca mi alma!
Desciende a mis plegarias, como viniste otra vez,
dejando el palacio paterno, en tu carro de áureos atalajes.
Tus lindos gorriones te bajaron desde el cielo,
a través de los aires agitados por el precipitado batir de sus alas.
Una vez junto a mí, ¡Oh diosa!, sonrientes tus labios inmortales,
preguntaste por qué te llamaba, qué pena tenía,
qué nuevo deseo agitaba mi pecho,
y a quién pretendía sujetar con los lazos de mi amor.
Safo, me dijiste, ¿quién se atreve a injuriarte?
Si te rehúye, pronto te ha de buscar;
si rehúsa tus obsequios, pronto te los ofrecerá él mismo.
Si ahora no te ama, te amará hasta cuando no lo desees.
¡Ven a mí ahora también, líbrame de mis crueles tormentos!
¡Cumple los deseos de mi corazón, no me rehúses tu
ayuda todopoderosa!
Lamento
Dulce amada mía, no puedo trabajar,
el huso se me cae de entre los dedos
Afrodita ha llenado mi corazón
de amor a un bello adolescente
y yo sucumbo a ese amor.


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