miércoles, 7 de noviembre de 2012

PASAJERO - 2

CAMILO JOSÉ CELA


CAMILO JOSÉ CELA fue un gracioso, desenvuelto y preciso disidente de la literatura, un incomparable contemplador. Aquí una muestra, en su particular acento español, de su ‘Viaje por la Alcarria’.


El viajero, de Guadalajara sale a pie por la carretera general de Zaragoza, al lado del río. Es el mediodía, y un sol de justicia cae, a plomo, sobre el camino. El viajero anda por la cuneta, sobre la tierra; el asfalto es duro y caliente, y estropea los pies. A la salida de la ciudad el viajero pasa por un merendero que tiene un nombre sugeridor, lleno de resonancias; por un merendero que se llama "Los misterios de Tánger".
Antes ha entrado en una verdulería a comprar unos tomates.
–¿Me da tres cuartos de tomates?
–¿Eh?
La verdulera es sorda como una tapia.
–¡Que si me da tres cuartos de tomates!
La verdulera ni se mueve; parece una verdulera sumida en profundas cavilaciones.
–Están verdes.
No importa; son para ensalada.
–¿Eh?
–¡Que me es igual!
La verdulera piensa, probablemente, que su deber es no despachar tomates verdes.
–¿Va usted a Zaragoza, por una promesa?
–No, señora.
–¿Eh?
–¡Que no!
–Pues antes iban muchos a Zaragoza; llevaban también el equipaje colgando.
–Antes si, señora. ¿Me da tres cuartos de tomates?

El viajero no puede gritar más fuerte de lo que lo hace. Tiene la garganta seca: por un tomate hubiera dado un duro. La puerta de la verdulería está llena de niños que miran para el viajero; de niños de todos los pelos, de todos los tamaños; de niños que no hablan, que no se mueven, que miran fijamente, como los gatos, sin pestañear.

Un niño pelirrojo, con la cara llena de pecas, advierte al viajero:
–Es sorda.
–Ya lo veo, hijo.
El niño sonríe.
–¿Va usted a Zaragoza de promesa?
–No, querubín; no voy a Zaragoza. ¿Tú sabes dónde puedo comprar tres cuartos de tomates?
–Sí, señor; venga conmigo.

El viajero, con veinte o veinticinco niños detrás, sale en busca de los tomates. Algunos niños corren unos pasitos para ver bien al viajero, para ir siempre a su lado. Otros se van aburriendo y se van quedando por el camino. Una mujer, desde la puerta de una casa, pregunta en bajo a los niños: "¿Qué quiere?" Y el niño de la pelambrera roja contesta, complacido: "Nada; vamos buscando tomates."

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