viernes, 2 de marzo de 2012

PASAJERO 4



Nuestro director, JAIRO HERNÁN URIBE MÁRQUEZ, apoyándose en la crónica, rastrea algunos sucesos sospechosos de un guapo inolvidable en el ámbito de la salsa: Pedro Navaja.



UNA RESURRECCIÓN SIN ACLARAR

Antes de que muriera la salsa brava murió PEDRO NAVAJA, camaján que malvivía en el Bronx. Lo contó y cantó Blades. Lo cantó bajo la más poderosa tradición musical de Latinoamérica, en ese tono mítico de tambor africano nos dijo:

“Por la esquina del viejo barrio lo vi pasar
Con el tumbao que tienen los guapos al caminar
Las manos siempre en los bolsillos de su gabán
Pa que no sepan en cuál de ellas lleva el puñal…”


El resto es historia conocida. Todos asistimos, sin mucha perplejidad, al desenlace trágico: la puñalada y el disparo (que ‘suena como un cañón’) y, por supuesto, a la muerte del ratero.

Bastó su muerte, como todos sabemos, para que un vulgar atracador y matón de esquina se convirtiera en leyenda, en ícono del barrio. Unos años después, el mismo Blades, o Bleids (de cuyo apellido artístico nadie desconfió hasta entonces), no tuvo reparo alguno en producir lo impensable: la resurrección de Pedrito Navaja.
Y entonces supimos que además del borracho aquel, que cantaba desafinado, un nuevo ladrón quiso aprovecharse del enredo, con tan mala suerte que, al agacharse sobre el truhan, recibió la puñalada y una sonrisa y muerte en una sola dosis.
Y Pedrito Navaja, el que creíamos difunto…

“Pedro Navaja tomó su papel de identidad
Y se lo puso al ladrón en el bolsillo de atrás del pantalón
Pa’ confundir la investigación
Pedro, herido de bala, cogió su otro puñal
él siempre anda con dos, cuando sale a trabajar.
Y del barrio hasta la luna voló su carcajaaa…”


¿Qué sentido tenía regresar a la vida a un criminal de poca monta como Pedrito? ¿Para qué derrumbar el mito espectacular que dejó su afamado cadáver?
El más decisivo interrogante, sin embargo, me lo planteó un amigo salsero hace algunos años:
-¿Qué hacemos -me dijo- con Juanito Alimaña, para quien Pedrito Navaja ya estaba bien muerto y bien enterrado?

No por nada Héctor Lavoe en su mitología de este otro parcero había declarado:

“Oye, ayer él iba muy triste
Y llorando así bajaba.
Vengo de un velorio, brother,
El de Pedrito Navaja”.


Estas preocupaciones no dejarían de ser apenas un entretenimiento de coleccionistas ociosos, si no fuera porque nuestros países solamente aprehendieron la noción depredadora de la moraleja del Primer Navaja (‘aquel que no corre vuela’). Y porque la respuesta social y política de nuestras sociedades sigue siendo nula, obsesionados como estamos por las películas de Hollywood (en las que nuestro ‘Blades’ ejerce de Comisario gringo y Marc Anthony de Lavoe) y con el sueño pendejo de dirigir, a como dé lugar, estas repúblicas bananeras con una enorme banda presidencial en la que está escrito -no se sabe si como sentencia o como epitafio- :

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ¡ay Dios!
La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida…