
Relatos en mayúsculas y en minúsculas componen la obra narrativa de JAIRO HERNÁN URIBE, promotor de estas citas. Conozcamos un fragmento de su cuento inédito:
JULITO, CAMINO AL PURGATORIO –Frag.-
“He aquí que hemos resucitado”, piensa Julito. No alcanza a decirlo, sin embargo. A Julito se le ocurren frases así, de tono ampuloso, cuando las cosas van mal. Y esta mañana van francamente mal. No recuerda con precisión casi nada. La memoria, envuelta en el sopor del guayabo, maniobra con lentitud. Y el cuerpo resucita, dolorosamente, exigiéndole a Julito que lo tenga en cuenta. Y Julito no obedece. La conciencia de Julito, menos. La conciencia de Julito, pienso ahora, es en estos casos una conjetura apenas. “Hemos resucitado”, vuelve a pensar Julito y, cuando trata de expresarlo, en vez de palabras le salen gorjeos y chapuceos de bramidos. Ni siquiera ayes le salen a Julito. Y los tiene, a miles, a montones. Su mamá suele decir, en la alcahuetería de episodios similares, que Julito no es un ser humano sino un envoltorio de quejas. “Hemos resucitado”. Julito se queda en el “hemos”. “¿Somos varios? Somos legión”, se responde. Hurga un rato en la memoria vacía y halla milagrosamente el origen de la respuesta: el Apocalipsis. Julito tiene propensión a los textos bíblicos. “Ah, el Apocalipsis, libro de místicos y agonizantes”. Y de borrachos, le dije yo alguna vez. Con esa certidumbre despierta del todo. Le duele el muslo de la pierna derecha, calambre típico. Le duele algo adentro de la cabeza. No la cabeza, en sentido estricto, sino algo allá adentro, a lo mejor el alma o el tuétano del alma. Le duele todo, seguramente. Con la presencia del dolor vuelve la memoria entera y con ella la vida o lo que eso signifique. Julito no profundiza en esas cosas. Le basta estar vivo, su madre y unos pesos. “La plata, hijueputa”. Se tira de la cama y va directo al nochero donde acostumbra, casi automáticamente, poner sus cosas. No encuentra ni pantalón, ni camisa, ni chaleco.
- ¿Dónde putas?…¡Mamá, mamá!
Escucha un trotecito animoso. No es la madre. Otra mujer lo interroga, apoyada en la puerta del cuarto.
- ¿Señor?
Julito reconoce a Doris, la muchacha de al lado, especie de chaperona de su madre.
- ¿Dónde putas está la ropa?
- La estoy lavando, Don Julio. Eso estaba pasado a pucho…