miércoles, 29 de diciembre de 2010

BABELIANTE INVITADO - 4 -

PABLO ROLANDO ARANGO





Babelia, biblioteca de insólitos tesauros, quiere que los autores de esas especiales aunque escasas fabulaciones, visiten de vez en cuando nuestra morada. PABLO ROLANDO ARANGO, babeliante pensador y babeliante escritor, expone sin solemnidades algunos legajos de su reconocido: “DICCIONARIO PERSONAL”.

CONOCIMIENTO: Sustantivo que designa un bien de consumo altamente valorado por quienes viven de su venta: profesores, conferencistas, consultores, científicos, etc. Alguna fuente insidiosa ha señalado que lo que se vende en las universidades es de contrabando, pero hay tal cantidad y son tan indistinguibles los productos, que ninguna autoridad quiere investigar el caso. Hay tres clases de conocimiento: el dañino, el inútil y el falso. El primero es propio de las ciencias naturales, el segundo y tercero de la filosofía y las ciencias sociales.

DOCTOR: Apelativo que utilizan los lustrabotas para referirse al cliente de turno; esa es la primera acepción. La segunda: título académico que recibe cualquiera que pague lo suficiente y que lo habilita para recibir su salario a cambio de quedarse quieto y callado o de escribir como un caballo. Dicen que en España se corre el riesgo de recibir el título, enmarcado, súbitamente y con un golpe en la cabeza, si uno pasa sin el suficiente cuidado y a la hora impropia enfrente de una alguna universidad importante.

VICIO: Primera acepción: en Pensilvania, don Noé Gómez es un profesional en la administración de bares; estudié con uno de sus hijos, Mauricio, y varias noches a la semana asistíamos a la cantina del papá. Cuando don Noé estaba muy borracho le deba por aconsejar a su hijo. Una noche, lo llamó con ese gesto ceremonial de los padres cuando van a decir algo importante, y le dijo: Mauricio, mijo, tómese todo el trago que ve aquí. Y haciendo un arco iris con el brazo señalaba la estantería repleta de botellas. Fúmese todos los cigarrillos que ve aquí, el mismo gesto con el brazo. Cómase todas las viejas que quiera y todos los muchachos que quiera también, pero no vaya a meter vicio en la hijueputa vida. Segunda acepción: siempre que he contado esta historia para explicar el significado de la palabra, el auditorio ha estallado en carcajadas, excepto en una ocasión en el Club de ajedrez Capablanca en Manizales. Allí, luego de contarles la historia a mis amigos ajedrecistas, hubo un silencio incómodo en el que todos esperaban la conclusión o el chiste. Cuando comprendieron que ya había terminado, dos de ellos dijeron casi al unísono mientras golpeaban la mesa con un puño aprobatorio: es que así es como se le habla a los muchachos.

MÚSICA CLÁSICA: Cuando no existía la fiscalía, mi papá trabajaba como juez de instrucción criminal en Manzanares. Con frecuencia debía viajar a la zona rural para adelantar las investigaciones propias de su cargo. Lo que más le molestaba era tener que soportar la música de carrilera que le ponían los chóferes de los jeeps que contrataba para los viajes; así que decidió emprender una labor didáctica, y cada vez que viajaba llevaba en el bolsillo de la camisa un cassette con música clásica. Apenas comenzaba el viaje y el chofer ponía alguna canción del Caballero Gaucho o cosa por el estilo, papá le pedía el favor de que quitara eso y pusiera su cassette de música clásica. Para completar su labor, papá les echaba siempre el siguiente sermón: “Mire señor, esa música que le acabo de poner se llama música clásica. Para que usted me entienda le voy a explicar la diferencia con una comparación. La música clásica es como la mamá de la demás músicas. El rock, la balada, el vallenato, son como las hijas buenas de la música clásica. Mientras que esa porquería que usted puso al comienzo, esa música de carrilera, es como las hijas putas de la música clásica”. No sé que tan efectiva fue la didáctica de papá en cuanto al cambio de la cultura musical de los chóferes, pero lo cierto es que siempre le funcionaba en los viajes, ya que se oía su cassette a la ida y a la vuelta. Hasta que un día un chofer lo miró a la cara después de terminado el sermón, y le hizo la siguiente pregunta, como un alumno obediente: “oiga dotor, y usted donde se amaña más, donde su mamá o donde las putas”.


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