jueves, 10 de septiembre de 2009

BABELIANTE INVITADO - 2



Lector enviciado y propagador entusiasta de ese virus sagrado que es la Literatura, JAIRO HERNÁN URIBE, babeliante brújula de estos encuentros, recupera de sus imprescindibles agendas, unos relatos breves de EDUARDO GALEANO, el escritor uruguayo.

El siguiente texto es tomado del LIBRO DE LOS ABRAZOS:

CELEBRACIÓN DE LA FANTASÍA:
Fue a la entrada del pueblo de Ollantaitambo, cerca del Cuzco. Yo me había desprendido de un grupo de turistas y estaba solo mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía porque la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano. Súbitamente se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían a grito pelado que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío. Había quien quería un cóndor y quien una serpiente. Otros preferían loritos o lechuzas, y no faltaban los que pedían un fantasma o un dragón. Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba más de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca.
-Me lo mandó un tío mío que vive en Lima, dijo.
-Y anda bien, le pregunté.
-Atrasa un poco, reconoció.

Del libro LAS PALABRAS ANDANTES:

VENTANA SOBRE LA LLEGADA:
El hijo de Pilar y Daniel Weimberg fue bautizado en la costanera y en el bautismo le enseñaron lo sagrado. Recibió una caracola: para que aprendas a amar el agua. Abrieron la jaula de un pájaro preso: para que aprendas a amar el aire. Le dieron una flor de malvón: para que aprendas a amar la tierra. Y también le dieron una botellita cerrada: no la abras nunca, nunca, para que aprendas a amar el misterio.

VENTANA SOBRE UN HOMBRE DE ÉXITO:

No puede mirar la luna sin calcular la distancia. No puede mirar un árbol sin calcular la leña. No puede mirar un cuadro sin calcular el precio. No puede mirar un menú sin calcular las calorías. No puede mirar un hombre sin calcular la ventaja. No puede mirar una mujer sin calcular el riesgo.