jueves, 28 de mayo de 2015

PASAJERO - 4


LEÓN DARÍO GIL RAMIREZ



Una poesía sin artificios ni retóricas vanas es la que ha venido cortejando LEÓN DARÍO GIL en los últimos años. De esta obra tan diferente como sólida, Babelia quiere escuchar en su voz algunos poemas.




NÚMEROS

El cero tiene,
Con la hache muda que no suena,
Un recóndito parecido:
No vale nada a la izquierda.

El 1 es uno mismo, la identidad.
No tan largo como las seis de los relojes
Pero sí así de flaco.
Y es un tango de Discépolo.

Ella y él son el 2,
La pareja, es el amor.

Una ene de pie y displicente
Es el 3.
Es el metido, los celos, es el otro.

Al 4 lo trataba mi padre
Con una palabra hermosa:
Es un ‘desherenciado’, le decía.
Nunca lo apostó.
Como a la ü de la cigüeña
Que la escribo de un trazo y dos toques,
Al 4 lo escribo de tres trazos:
El palito oblicuo que baja
El otro que lo corta en isósceles
Y el último que los amarra
Y lo deja como una flecha enana y mueca.

El 5 es un creído
Con su copete de pájaro lucido.
En la escuela lo multiplicaba como una canción
Y no como una lección.

El 6 es un caracol que lucha, inútil,
Por desenroscarse.
De seises está plagada la cédula de mi madre:
6l6066 de Caramanta, Antioquia.

El 7 es la suerte,
Lleno de beneficios, de maleficios y de apostadores.

El 8 es, Encima de un cero,
Otro cero perezoso descansando.

El 9 es un palito embarazado en la cabeza.

Sencillo, elemental es el 10. Y es feliz.
Sumarlo, restarlo, multiplicarlo o dividirlo es una dicha.

El 74 me duele:
Son los años que pensaba durar mi padre;
Duró 4 más, aposta 4, su desherenciado.

El 139, como debería llamarse esta ocurrencia,
Es el número de la buseta de Palmira que, pensativo,
De Armenia me trajo a Manizales,
Un domingo del mes 11,
Entre canciones felices, miles de rayos, truenos y ventiscas.

ENCARGOS (poema recogido)

Todavía quedan; no traiga papas.
Dos atados de panela de buen color.
Una libra de fríjoles, fíjese que no estén malos.
Una cajita de maizena de vainilla.
Un kilo de azúcar de la nueva.
Avena Quáker en hojuelas.
Café del de siempre.
Una libra de lentejas de empaque azul.
Jabón de olor para el cuerpo; todavía hay para la ropa.
Canela en astillas.
Azafrán ‘el Buen Gusto’, ese, tres papeletas.
Cominos en bruto.
Una caja de caldo, pero del otro.
Aceite, cero colesterol, un frasco.
La veladora roja para el Tadeo de la cocina
Y la blanca para el Niño de la sala.
Si no es de durazno no traiga gelatina.
Chocolate amargo.
Velas de las grandes, un paquete, amarillas.
Doble hoja, que sea Scott, un rollo.
No se le olvide las aromáticas suyas.
Fósforos que no pierdan la cabeza.
Vinagre de manzanas, eso es barato, un frasco.
Un tubito de pega fina para pegarle el cuello al cisne del chifonier.
Para mí no me las compre con alas, como la otra vez.
Búsqueme sencillas.
Y un tarrito de condensada para los dos.


 ESCUCHE A LEÓN DARÍO: