LEÓN DARÍO GIL RAMIREZ
Una poesía sin artificios ni retóricas
vanas es la que ha venido cortejando LEÓN DARÍO GIL en los últimos años. De esta obra tan
diferente como sólida, Babelia quiere escuchar en su voz algunos poemas.
NÚMEROS
El cero
tiene,
Con la
hache muda que no suena,
Un
recóndito parecido:
No vale
nada a la izquierda.
El 1 es
uno mismo, la identidad.
No tan
largo como las seis de los relojes
Pero sí
así de flaco.
Y es un
tango de Discépolo.
Ella y
él son el 2,
La
pareja, es el amor.
Una ene
de pie y displicente
Es el
3.
Es el
metido, los celos, es el otro.
Al 4 lo
trataba mi padre
Con una
palabra hermosa:
Es un ‘desherenciado’,
le decía.
Nunca
lo apostó.
Como a
la ü de la cigüeña
Que la
escribo de un trazo y dos toques,
Al 4 lo
escribo de tres trazos:
El
palito oblicuo que baja
El otro
que lo corta en isósceles
Y el
último que los amarra
Y lo
deja como una flecha enana y mueca.
El 5 es
un creído
Con su
copete de pájaro lucido.
En la
escuela lo multiplicaba como una canción
Y no
como una lección.
El 6 es
un caracol que lucha, inútil,
Por
desenroscarse.
De
seises está plagada la cédula de mi madre:
6l6066
de Caramanta, Antioquia.
El 7 es
la suerte,
Lleno
de beneficios, de maleficios y de apostadores.
El 8
es, Encima de un cero,
Otro
cero perezoso descansando.
El 9 es
un palito embarazado en la cabeza.
Sencillo,
elemental es el 10. Y es feliz.
Sumarlo,
restarlo, multiplicarlo o dividirlo es una dicha.
El 74
me duele:
Son los
años que pensaba durar mi padre;
Duró 4
más, aposta 4, su desherenciado.
El 139,
como debería llamarse esta ocurrencia,
Es el
número de la buseta de Palmira que, pensativo,
De
Armenia me trajo a Manizales,
Un
domingo del mes 11,
Entre
canciones felices, miles de rayos, truenos y ventiscas.
ENCARGOS (poema recogido)
Todavía
quedan; no traiga papas.
Dos
atados de panela de buen color.
Una
libra de fríjoles, fíjese que no estén malos.
Una
cajita de maizena de vainilla.
Un kilo
de azúcar de la nueva.
Avena
Quáker en hojuelas.
Café
del de siempre.
Una
libra de lentejas de empaque azul.
Jabón
de olor para el cuerpo; todavía hay para la ropa.
Canela
en astillas.
Azafrán
‘el Buen Gusto’, ese, tres papeletas.
Cominos
en bruto.
Una
caja de caldo, pero del otro.
Aceite,
cero colesterol, un frasco.
La veladora
roja para el Tadeo de la cocina
Y la
blanca para el Niño de la sala.
Si no
es de durazno no traiga gelatina.
Chocolate
amargo.
Velas
de las grandes, un paquete, amarillas.
Doble
hoja, que sea Scott, un rollo.
No se
le olvide las aromáticas suyas.
Fósforos
que no pierdan la cabeza.
Vinagre
de manzanas, eso es barato, un frasco.
Un
tubito de pega fina para pegarle el cuello al cisne del chifonier.
Para mí
no me las compre con alas, como la otra vez.
Búsqueme
sencillas.
Y un
tarrito de condensada para los dos.
ESCUCHE A LEÓN DARÍO: