miércoles, 10 de julio de 2013

PASAJERO Nº 1

JORGE HERNÁN FLÓREZ


JORGE HERNÁN FLÓREZ es un amigo; es un filósofo que encontró en la literatura un nicho para salvarse de las noches con sus días. Su admiración por Jorge Luis Borges, lo llevó a dedicarle buena parte de su tiempo de indeclinable lector. Sobre Borges y de Borges escogió y nos leyó los siguientes textos.

BORGES O UNA SOMBRA Y UN LABERINTO



Este ciego inmemorial, paciente y modesto, que recorre las calles de Buenos Aires como recorre los laberintos del espíritu, parece un ser fugado de la fantasía. Es casi un hecho fortuito el que haya nacido en Argentina porque bien pudo haber asentado sus raíces en la Babilonia de los jardines o en La ciudad de los inmortales y haber pasado inadvertido como una sombra delgada. Quizás su cuna debió haber sido la página de un texto de metafísica o la ilustración borrosa de algún libro de aventuras. Como un sabio de la China milenaria o un cazador de sirenas en las mares del tiempo, Borges discurre ante nuestros ojos y nuestros sueños paulatinamente. Lento, pausado, el Borges hombre y escritor atisba el horizonte con un bastón de eternidades. Su ceguera es una excusa para el delirio de las sombras, para sumergirse y sumergirnos en las ciudades sin límites, en las bibliotecas de Babel, en alguno de los planetas paralelos o en el otro yo de cada uno.
Borges escritor desconoce otras felicidades distintas de las que le otorga los placeres de la literatura, la filosofía, los sistemas teológicos. De política habla solo para fatigar a los políticos y enervar a los lectores de ocasión, puesto que él no se considera alguien más que un escéptico conservador y un poeta que viene del pasado.
El Borges hombre ama la nostalgia y el sueño de una noche de verano. Ama los patios y los aljibes bonaerenses y se entusiasma con el rasgar de un guitarra bajo la luz de la luna. Convoca a los laberintos como convoca a la cotidianidad de cada cual: plazas, esquinas, el arrabal se bifurcan en un jardín de senderos que se adentran en los juegos con lo infinito y con el tiempo. Tal vez por todo eso, Borges dice que la historia universal no es sino la historia de una metáfora, una metáfora que discurre como sombra y como nostalgia.


INSCRIPCIÓN EN CUALQUIER SEPULCRO

No arriesgue el mármol temerario
gárrulas transgresiones al todopoder del olvido,
enumerando con prolijidad
el nombre, la opinión, los acontecimientos, la patria.
Tanto abalorio bien adjudicado está a la tiniebla
y el mármol no hable lo que callan los hombres.
Lo esencial de la vida fenecida
-la trémula esperanza,
el milagro implacable del dolor y el asombro del goce-
siempre perdurará.
Ciegamente reclama duración el alma arbitraria
cuando la tiene asegurada en vidas ajenas,
cuando tú mismo eres el espejo y la réplica
de quienes no alcanzaron tu tiempo
y otros serán (y son) tu inmortalidad en la tierra.

(Jorge Luis Borges)


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