Por: José Luís Garcés González
(Miembro fundador del Grupo El Túnel, de Montería y su actual director)
Publicado en: el heraldo.com (Marzo 16 de 2013)
Las arrugas le cercan sus ojos azules. Las arrugas que son caminos que se entrecruzan sobre la piel blanca; grietas por donde corre el Sinú, el San Jorge, y otros ríos que en la historia han sido. Sus ojos que, siendo azules, han visto mucho rojo, mucho verde, mucho amarillo. Sus breves y profundos ojos. Ojos que lo acercan al mundo. No lo alejan, como le sucede a otros. Ojos que miran desde el fondo y no conocen la mezquindad ni la rabia sin sentido. Ojos que confían en la benevolencia del futuro. Ojos que siembran, que cultivan, que insisten en recoger los frutos del optimismo. Ojos que deletrean sin interrupción la palabra confianza. Esos son los ojos de Benjamín, igual que los de Eduardo, ojos de la fe, ojos de la creencia.
Esas arrugas son testimonio del buceo, del hallazgo del conocimiento, del encuentro con la sabiduría. De la conformación y la confirmación de la experiencia. De ese gran corpus que se ensancha con la mirada a fondo, con la palabra precisa, con el descubrimiento útil. Esas arrugas, que son tiempo creativo, tiempo de pensamiento, trabajan en coordinación con los ojos. Los ojos miran. Pero las arrugas los cercan, los defienden, les dan impulso hacia otras imaginaciones, hacia otras experimentaciones. Son su palenque protector.
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