miércoles, 29 de febrero de 2012

ORACIÓN POR WHITNEY



Por: José Luis Garcés González

De Whitney Houston los ojos y la boca. Todo el andamiaje sensible de la cara. Y esa mirada estrecha, horizonte en la triste distancia, que quiere bucear el universo. En sus pestañas establece un recuerdo la palmera. Desde el fondo, las pupilas hablan de historia. Y la tristeza del negro en los inmensos y asoleados algodonales del sur, marcado a hierro y azotado por una caterva de lebreles, hace agua en sus ojos. Ojos de Whitney.
Luego, como si fuera un lento domingo por la tarde, el atrevimiento de los labios. África que mira y no entiende y se vuelve chiquilla para interrogar con las pupilas, o que de pronto se torna amorosa y nos abraza con ojos de animal amable. En el labio que besa y luego pregunta se ha depositado el aturdido corazón, remota querencia de un dahomeyano, un kikuyo, un bantú. De un hombre que en su tierra fue rey, pero que en América lo intentaron domeñar a palos para insertarle la vocación de reptil. Inútil fue la humillación. África, como sus árboles, está erguida.
Labios de Whitney, que no son cuchillo para el desprecio. Que son búsqueda y hallazgo. Que son tierra fértil para cualquier melodía. Labios de Whitney, agua o fruto. Para esta vieja sed que nunca duerme. Abertura de canción que quedó bebiendo muerte en una tina de agua tibia, sin poder escapar de la cavidad de su propio infierno. Palabra en el aire. Frase inconclusa. Cabello húmedo. Reloj sin tiempo. Espíritu de Whitney, ahora que no es el final, acompaña a los negros que vierten su melancolía en el jazz, en los blues, en los sprituals, y en todo ese dolor que viene de lejos y se encarna en una taberna de medianoche o en la madrugada de una canción. Que así sea.

Zaragoza, febrero de 1999
Montería, febrero de 2012

José Luis Garcés González: Coordinador de El Túnel, catedrático de la Universidad de Córdoba. Su libro más reciente es la novela La fiera Fischer.