jueves, 1 de diciembre de 2011

BABELIANTE INVITADO 5

LEÓN DARÍO GIL RAMIREZ



Fiel a las mitologías de una vereda fronteriza llamada Hojas Anchas, LEÓN DARÍO GIL RAMÍREZ, babeliante contemplante, cruza fantasmal por el ocaso de nuestra tertulia. Iluminemos este colofón con la incandescencia de sus versos.


CIRCO

De lejos la traía mi padre
De más allá de la imaginación
De donde deben ser oriundos los encantamientos

No podía creer yo
Que en una palabra envuelta en una carpa de colores
Cupiera al mismo tiempo
La carcajada ancha que desata los payasos
Los tigres de Bengala
Los delirantes tiradores de cuchillos
Los tragafuegos, los tragaespadas
La emoción, el miedo y el asombro
Los adivinadores poseídos de poderes
Los magos contraviniendo la lógica esencial del universo
Los elefantes obedientes
Las mujeres sin huesos
Sin alas los niños voladores
El que anda en las alturas sobre el mortal camino de la cuerda floja
Los monos como humanos imitando sus maneras
Mujeres diosas destellando hermosura
Y destellos de lentejuelas de todos los colores

Circo
Por fin llegó a mi pueblo
Metido en dos camiones viejos cansados de vivir y del polvo
Como un prodigio
Como una giba enorme de colores rotos
Lo alzaron en la plaza
Florecido de banderas en hilachas
De fundidas bombillas
De bombas de una fiesta ya pasada
Escandaloso como una banda loca
Perturbando la calma inmemorial, la iglesia,
Los hechos de la vida sin historia, las palomas

La mancha redonda de su estancia
Pellejos de bombas, cisco,
Un cierto olor a caca de conejo,
A orines de caballo
Eso nos dejó
Y un hueco hondo en el alma
Donde ahora me duele la nostalgia.


CAMA

Perpendicular a la lluvia
Horizontal por igual al cielo que contiene la noche
Y al sol que anima los colores

Nuestro pedazo de tierra en cuatro patas

Estancia del cansancio
Donde suele ocurrir, partiéndose en gemidos y arañazos, el amor
Indicio del descanso eterno
Donde tienen suceso los últimos adioses, los postreros secretos
Donde suele acampar la enfermedad
Hasta que de ella y la agonía, nos reste la muerte
Donde se acuestan, en guerras desiguales,
Las tiranías de los pecados
Y las glorias pasajeras de las ternuras

Velero de los vértigos, las delicuescencias, las felicidades
De los infiernos, los monstruos, de los laberintos
De las falaces apariciones que reinan en los sueños
O de las pavorosas que se agazapan en las pesadillas

Hasta el delirio ansío la mía y me atormenta
Cuando no soy capaz de desangustiar el insomnio
En una piltra cualquiera de hotel.

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