martes, 1 de julio de 2014

PASAJERA - 3


JUANA MARÍA ECHEVERRI ESCOBAR





La poesía, ese estado de autoexilio, recobró con SILVIA PLATH buena parte de sus misterios desgarradores. JUANA MARÍA ECHEVERRI nos presenta algo de esa femenina posesión.

FRAGMENTOS DE UN FRAGMENTO DE UN DIARIO DE SILVIA PLATH.

La aniquilación del mundo mediante la aniquilación propia es la engañosa cima del egoísmo desesperado. Una sencilla manera de escapar a todos los callejones sin salida contra cuyos muros de ladrillo nos desgastamos las uñas. ¿Cómo justificarme, cómo justificar mi audaz, mi valerosa fe humanitaria? Mi mundo se deshace, se desmorona, el centro no sostiene, tengo miedo, no soy maciza sino que estoy hueca. Detrás de los ojos siento una caverna entumecida, paralizada, un poco infernal, una nada que es pura imitación. No he pensado nunca, ni he escrito ni he sufrido. Quiero matarme, escapar a toda responsabilidad, volver arrastrándome abyectamente al claustro materno.
No sé quién soy ni a donde voy. Aquí estoy ahora casi llorando, viendo como el dedo escribe en la pared mi vacía futilidad condenándome. Me ahogo en pesimismo, autodesprecio, dudas, locura. Y, todavía peor, carezco de fortaleza suficiente para rechazar lo rutinario, lo maquinal, las simplificaciones. Continuo moviéndome con paso cansino, aterrada de que el infierno asido detrás de mis ojos se abra paso hacia afuera, propagándose como una oscura pestilencia; temerosa de que la enfermedad que devora la médula de mi cuerpo, con despiadada impersonalidad, salga al exterior en visibles llagas y verrugas gritando: ¡traidora, pecadora, impostora! He deseado desde hace mucho leer  y explorar las teorías de la filosofía, la psicología, las conciencias nacional, religiosa y primitiva, pero ahora me parece demasiado tarde para todo eso. Soy un montón de desechos sin orden ni concierto, egoísta, asustada, pensando en dedicar el resto de mi vida a una causa: desnudarme para mandar ropa a los necesitados, refugiarme en un convento, en la hipocondría, en el misticismo religioso, en las olas, en cualquier sitio, el que sea. La realidad es lo que yo haga con ella; so es lo que dije que creía. Luego contemplo el infierno en el que me revuelco: nervios paralizados, capacidad de obrar anulada, miedo, envidia, odio, todas las emociones corrosivas de la inseguridad arrancándome a mordiscos mis sensibles entrañas. Tiempo, experiencia, la ola colosal barriéndome como un maremoto, ahogándome.
¿Con quién puedo hablar, a quién pudo pedir consejo?… a nadie. Un siquiatra es el dios de nuestra época, pero cuestan dinero; y yo no aceptaré consejos, incluso aunque los necesite, me mataré, no se me puede ayudar ya.

ESCUCHE A JUANA MARÍA: