lunes, 5 de enero de 2015

PASAJERO - 2

JAIRO HERNÁN URIBE MÁRQUEZ




Uno de los aires con más arraigo popular en México, es el huapango.  Este es el pretexto con el que nuestro director nos entrega otra de sus crónicas personales, y que ha llamado:





“VIVA EL HUAPANGO”

En julio de 1989, tuvimos la suerte y el muy grande honor de compartir, junto a un grupo de extranjeros, un taller de reflexión sobre la música folclórica latinoamericana. De los 10 talleristas internacionales, recuerdo hoy al representante de México: Francisco Benito Alcocer. Este era un músico joven, concertista de flauta traversa, y recién egresado del conservatorio. Lo singular, sin embargo, era su pasión y conocimiento de los sones, jaranas, danzas y corridos de su tierra.  Y más allá de su saber y destrezas, destacaba su interés por una controversia particular: la vigencia de la música folclórica y el implacable avance de las músicas populares patrocinadas por los monopolios comerciales, dueños, a su vez, de los medios masivos de comunicación. Dicha controversia, en boca de los Leones de la Sierra de Xichú, se expresaba de la siguiente manera:

“Chamos, parchises, broncos, ciclones, fresas con crema, mejor da risa;
 puros inventos de televisa, puros negocios, puros millones.
 Bailes, vestuarios, ritmos, canciones, puro artificio prefabricado.
Y, sin embargo, diré animado, que a mí me gusta mucho el menudo,
pero los lunes cuando ando crudo.
¡Viva el huapango, viva el tablado, viva la música mexicana.
Vivan los poetas, venga una diana, arriba el baile de zapateado!”.

“Viva el huapango” es un huapango arribeño, de estirpe criolla, que representa la tendencia protesta de una expresión rural que poco a poco se ha visto superada por el desbordamiento de esa megalópolis que es el Distrito Federal de México o, como dicen ellos, el DF.
Procedente de Vistabella, suburbio periférico, llegó Benito con sus casetes repletos de folclor in situ y sus apasionadas polémicas. Para contenerlo un poco, y darle espacio a los demás invitados y a sus músicas nacionales, le ofrecimos nuestro antídoto especial para la desesperación: unos cuantos tragos de Ron Viejo. Y el remedio surtió los efectos esperados. En adelante, sumido en la clarividencia que dan la bebida y la charla, Benito fue atemperando ese chovinismo secular de los mexicanos para dar paso a un diálogo más abierto y generoso, pero que no dejaba de advertir, de manera crítica, la postración de los imaginarios latinoamericanos, la miserable autoestima de nuestros artistas y el arrasamiento y olvido que traerían esas fieras voraces de los mercados globales.

“El arte es puro y genuino como un grano de maíz,
pero ataca su raíz más de un gusano asesino.
Como en cigarros y en vino, detergentes y demás,
como una fiera voraz, en una y en otra parte,
explotando artistas y arte el comercio está detrás…”

No olvido que finalizando el taller internacional, a bordo de un céntrico hotel de siete pulgas, con grabadora, dos botellas de ron clásico y varias horas de huapango neto, Benito se despachó contra el ‘corrido’ nuestro y su grandilocuente traje de ‘carrilera’. Nos dijo: es igual al corrido nuestro, solo que campesino y, tal vez, más resentido y contestatario. Después agregó: finalmente ese corrido es de ustedes, como la cumbia es nuestra ya, desde hace varias décadas, pero en una versión urbana. Corrido campesino, cumbia urbana, son los destinos de una vieja polémica nacionalista, del inútil pleito de una música con otra música que se quedó sin dolientes en estos años de oscura sumisión al billullo.

En vías de extinción es posible que hoy, los Leones de Xichú, sigan dando vueltas en el quinto patio de la más dura resistencia. Pero esa es, paradójicamente, su mayor dignidad, pues, que yo recuerde, no ha habido quien le ponga la mano y le alce la voz a todos los atropellos de nuestra historia cultural y menos con el traje, o siquiera el disfraz, de nuestras intocables músicas tradicionales.   

“Entre tal mercantilismo nuestro huapango, al contrario,
 no es idea de un empresario: es arte y pueblo en sí mismo,.
Misterio, cima y abismo, espejo y ser del fandango,
entre tarango y tarango, en Xichú y en Potosí,
el pueblo vive de sí y sosteniendo el huapango”. 


ESCUCHE A JAIRO HERNÁN Y A LOS LEONES: