miércoles, 10 de julio de 2013

PASAJERO Nº 2


JAIRO HERNÁN URIBE MÁRQUEZ

El trinomio música-memoria-amistad reluce nuevamente a través de una breve aunque babélica crónica de JAIRO HERNÁN URIBE, titulada:

UN GALLITO TRÁGICO



Lisímaco, a quien llamábamos ‘Láis’, tenía, como su remoquete, una pinta que no era de este mundo: una desgarbada figura como la del Quijote cuando joven, un aire trágico y un desajuste al caminar que nos hacía temer continuamente se tropezara y se fuera de narices contra el suelo…

“sabes que soy un hombre
y quiero cariño.
Que no soy un juguete,
tampoco soy un niño.
Lo he dicho tantas veces
y vuelvo a repetirlo:
si no puedo ser tu amor
yo no quiero ser tu amigo”.

Con Láis nos reunió la escuela, las primeras galladas, los iniciáticos puchos y las prematuras cervezas de la adolescencia. También algunos gustos musicales: ciertos sones heterodoxos (entre rancheras, boleros y baladas) que a veces tenían la firma de un tal José Miguel Class…

“Vengo a pedirte perdón
por este amor que calcina,
que se agita en mi interior
y que lastima mi vida”.


Láis era un monigote de cuaderno, volcado en alma y figura sobre las ceremonias de aquellos días. Tenía unos largos dedos de prestidigitador, pero era incapaz de cualquier truco y mucho menos de estirar las manos para arrebatar o para suplicar. Tenía el largo cuello y la nuez típica del ‘compa Chuma’, así como una voz medrosa; pero era capaz de acompañar nuestros coros nocturnos sacando alientos de su indudable corazón de pajarito…

“Mientras el mundo duerme
yo estoy despierto,
pensando en nuestro futuro
que está al llegar”.

Láis era tímido por naturaleza, pero atrevido por temeridad. Era inocente atroz pero también atroz apasionado. Era incapaz del cortejo y la conquista, pero conocía el sabor de un amor fallido y, anticipadamente, disfrutaba el regusto maravilloso de los amores presentidos, amores de paso, que no desengañan porque son imaginarios y nos dejan satisfechos de por vida…

“Si pudiera arrancarte de mi alma
por unos momentos.
Si pudiera, aunque fuera tan solo,
por unos instantes.
He tratado y no puedo mi cielo
y sigo sufriendo…”

Lais, fue policiíta, como decía Alonsiño, nuestro cómplice fraterno de aquel tiempo de tríos callejeros. Fue un policiíta ingenuo y como tal murió en el Medellín de los años ochentas, atravesado por una ráfaga anónima que lo escogió como destinatario y héroe sin remedio…

“Me manchaste la ropa
con el pintalabio
de tu dulce boca.
Esas huellas se quedan
aquí en mi alma
y no en la ropa.”

Lais, Lisi, Lisímaco, era un gallito sin espuelas emparentado con el de Manatí y sus extrañas canciones que saben a sangre, a tusa, a desamor, pero que están hechas con los retazos de un imprescindible y profundo sentimiento de humanidad.

“Nómbrame ahora en vida
Y di que fui bueno.
Pues después de muerto
Ya se olvida todo.
Es la realidad”.


ESCUCHE A JAIRO HERNÁN: